viernes, 6 de abril de 2012

Escribiendo cine "El tren", John Frankenheimer.




EL TREN (1965), de John Frankenheimer

Basada en el libro “Le front de l´Art” de Rose Valland

Siempre que me han pedido la recomendación de una película, no lo he dudado ni por un instante. La respuesta ha sido El tren. Toda una lección de cine dinámico, potente, profundo y con todos los ingredientes necesarios para ser una obra maestra incontestable. Dentro de esta película hallamos el heroísmo improvisado como una de sus grandes bazas, el desprecio de la élite como un enemigo que se niega a darse por vencido, la gloria de Francia tasada en vidas humanas, el arte como frente de guerra, el legado del pueblo contra la apreciación de la belleza. ¿Cuántas víctimas valen un cuadro? ¿Vale la pena sacrificar a personas por salvar las obras maestras de la pintura? Y si es así ¿a quién pertenece toda esa maravilla? ¿Al pueblo o sólo a los que saben admirar la sublime maestría del arte impresionista?
Son preguntas de difícil respuesta pero que esta película sabe responder con unas extraordinarias dosis de acción. Detrás de las cámaras, John Frankenheimer, un hombre que sabía dónde poner el objetivo para que todo adquiriera una mirada realista, absolutamente resistente, tremenda en su concepción, impecable en su realización. El duelo bélico se produce entre Burt Lancaster, enorme en su papel de jefe de la cédula de la resistencia de los ferrocarriles franceses y Paul Scofield, acertadísimo y muy grande como ese oficial nazi que no observa entre sus carencias la falta de iniciativa, descreído del frente que se halla en retirada y que sólo quiere llevarse el tesoro de lo irrepetible porque cree firmemente que los únicos que pueden apreciarlo son los que tienen suficiente cultura como para ello. Las locomotoras, enormes, grasientas, negras, implacables en su rodar, con hierros retorcidos en choques reales rodados con enorme sabiduría por el director Frankenheimer, son un personaje más en este duelo que acaba por ser un desafío en el tablero de las traviesas férreas. Más allá del agotamiento, Labiche-Lancaster, con una mirada, es capaz de responder a muchas de las preguntas que se plantean. Y ustedes, disfrutando con este espectáculo de acción y emoción, serán los que tengan que dar su propia interpretación.
La inteligencia de todo lo que se ve en la película parece producto de una planificación exacta, con planos generales de interés repleto de tensión, con reacciones personales de incomprensión ante una resistencia que, a algunos, se les presenta como gratuita mientras para otros es obligatoria. La gloria de Francia. Renoir, Picasso, Degás, Miró, Braque, Matisse, Cézanne, Monet…Todos ellos usaron sus pinceles para describir sensaciones que deben de pasar a la eternidad para no olvidar nunca de dónde procedemos y hacia dónde vamos, aunque todo ese trayecto se realice en tren, ese vehículo que abre horizontes, despista miradas, plantea guerrillas, se cobra víctimas y salvaguarda insidias. La lección parte de un maquinista cualquiera, un don nadie, un pobre y patético fogonero que, con unas monedas, planta cara al invasor. A partir de ahí, la película se vuelve enorme y nosotros miramos un buen montón de obras maestras sin abrir siquiera las cajas que las contienen.

César Bardés

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