viernes, 4 de mayo de 2012

Escribiendo cine: La buena tierra, Sidney Franklin.

LA BUENA TIERRA

Basada en la novela del mismo título de la Premio Nobel Pearl S. Buck.

Un humilde campesino chino se levanta feliz. No tiene nada pero pronto va a tener algo. Una esposa. No la conoce pero se pregunta si será guapa, si será amable, si va a obedecerle en todo, si le va a ayudar, si va a ser una compañera agradable. Su caminar es alegre, como el del niño que va a comprar un juguete. Pronto regresará a su modesta cabaña para arrancar a la tierra, siempre tacaña, los frutos que cada año cosecha. Ella, la esposa, le mira de soslayo, porque la vergüenza parece tener un sitio en sus gestos. Le admira por su tesón y porque no es feo. Le ayuda y asume su papel de esposa. Incluso cuando comiencen a venir los hijos estará ahí con él para hacer frente al huracán que todo se lo lleva. Se intuye muy fácilmente que ella tiene valor para todo, para dárselo a él, para regalárselo a sus hijos, para afrontar todo lo que venga, para ser tan dura y tan generosa como la buena tierra.
El hombre olvida fácilmente y el contento del camino que llevaba al altar da paso a los años y a la opulencia. Las cosas parecen ir bien y la vida transcurre con su incesante golpear de minutos que entierran los sentimientos y los recuerdos. El sufrimiento es algo que se arrincona con desprecio. Y no debería de ser así. El sufrimiento es la lección de la sabiduría y el lazo que une a corazones que pasan por todo juntos. Una segunda esposa aparece. El dinero fluye. Ya no es un simple intercambio de sal por alubias. Es comercio con lujos de por medio. La experiencia es un arma pero es demasiado fácil olvidar lo esencial. La tierra es lo esencial. Sin la tierra no hay nada. Sin ti no hay tierra, mujer.
Paul Muni, en una caracterización que forma parte de la eternidad del cine, dio vida a este chino que pasa por múltiples vicisitudes hasta llegar a la comodidad y al gasto de una existencia mirando hacia otro lado. Maravilloso en sus actitudes y en cada una de sus expresiones, Muni da toda una lección de interpretación en una película que es pura ternura además de cine de impresión. Al lado de él, Louise Rainer, aquella que con un entusiasmo casi senil anunció el primer Oscar del cine español para Volver a empezar, de José Luis Garci, y que aquí, además de belleza, derrocha abnegación, interés, amor y sacrificio. Ella, con su inmejorable trabajo, es la buena tierra que todo lo da y nada espera. Sólo sequías y tempestades. Sólo indiferencias y exigencias. Ver a los dos, juntos, es un gozo muy cercano a la admiración.
Basada en la novela de la Premio Nobel Pearl S. Buck, La buena tierra es una obra maestra de los sentimientos, de las distintas etapas de la vida en un entorno hostil de pobreza que abre camino sólo a los perseverantes pero, sobre todo, es una historia de amor callado, con un “te quiero” en cada silencio y en cada huida del mirar, con un deseo incontrolable de abrazar a los protagonistas para agradecer un trocito de vida que fue extraído de un lugar muy lejano pero que habla de sensaciones universales. Es cine en estado de grandeza. Es humanidad en estado de descripción. Perderse esta película sería como dejar que la cosecha sea pasto del granizo y de la inclemencia. No la dejen pasar con indiferencia. El cine es esto.

                                                                                                    César Bardés

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